Punta Cana para detractores… de la playa

23 febrero, 2016 por 1:15 pm

¿Sos de esas almas inquietas que escucha “tomar sol” y ya se aburre? Quizás te pasa que la vida no te ayudó con una piel de esas que queda marrón con un poco de sol, y aceptaste tu blancura con resignación. ¿Y que tal si te sentís identificado con los cocodrilos y no te acercás al mar a menos que el agua tenga una temperatura similar a la de un sauna?

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No estoy intentando tirar abajo el plan playa. Simplemente, sentarme en la arena abajo del rayo del sol para morir de frío en el mar, no es exactamente mi idea de descanso. Por eso decidí encontrar una costa que reuniera mis condiciones exquisitas. Me encontré con Punta Cana y decidí probar.

Seguramente tu idea de arena es algo así como “las olas y el viento sucundún, sucundún”. Ni lo uno, ni lo otro. Mi ideal es un mar con personalidad de pileta. Y cuando me refiero a pileta, lo pienso literal.  Por suerte este paraíso no me defraudó y conseguí mi objetivo de toda la vida: colchoneta inflable, trago en mano y el descanso sobre el agua tibia sin imprevistos de falsos tsunamis.

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¿Les comenté que la comida es una de mis pasiones? Si hay algo que me emociona de los hoteles all inclusive que existen en Punta Cana, es la posibilidad de recorrer cada restaurante del lugar y saborear cualquier plato que pase por mis narices. Cuando este tour gastronómico me lo permitió, continué a la Playa de Cortecito y probé una langosta estupenda en Captain Cook. Sin dudas, comer fue uno de  mis pasatiempos preferidos, aunque mi balanza y pantalones no me lo agradecieron después.

Igual no se asusten, porque en estos destinos del Caribe, la playa y las 24 horas de exquisiteces y tragos constantes no son el único atractivo (aunque para mí lo es). Por eso, me convencí de que no podía limitarme a las paredes del alojamiento y salí por un poco de deporte como el buceo y windsurf. Cuestión, caja de “actividad física” en mi lista: chequeado. Y nadé con delfines en el Manatí Park Bavaro, porque un viaje al Caribe no es legítimo si volvés sin tu foto con ellos.

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La cultura tuvo su momento, aunque no lo crean. En una escapada a una hora, visité Altos de Chavón y su réplica de una aldea del siglo XVII, pueblo de galerías de arte, un Centro Cultural y el Museo Arqueológico Nacional. Las compras también estuvieron presentes en el mercadillo de Playa Bávaro con un par de chucherías que no viene al caso contar. Así, adquirí objetos que quizás nunca use y algunos souvenirs para los conocidos. ¡Que mi alma de turista nunca muera!

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Hete aquí la historia de mi paso por Punta Cana. Conclusión: volví con ese tono caribeño que tanto envidiaba y hasta creo que me reconcilié con la playa.